Maria DiBattista, especialista en la obra de Virginia Woolf.
Hoy finaliza el coloquio internacional Montevideana VII, dedicado a reflexionar sobre Virginia Woolf y su relación con nuestra región. Entre los académicos internacionales que convoca el encuentro está Maria DiBattista, profesora de literatura, investigadora de la Universidad de Princeton y autora de Imagining Virginia Woolf: An Experiment in Critical Biography (2008), Novel Characters: A Genealogy (2010), First Love: The Affections of Modern Fiction (2001) y de un libro sobre el cine estadounidense de los años 30, Fast-Talking Dames (2001).
-En 2011 se cumplen 70 años de la muerte de Virginia Woolf, ¿sigue ella vigente ?
¡Por supuesto! Una de las cosas que he aprendido después de varios años leyendo a Virginia Woolf es que ella es tan moderna que nos cuesta abarcarla. Llega a diferentes generaciones y a diferentes públicos lectores, sin importar dónde ni cuándo nacieron. El hecho de tener este coloquio en Uruguay, por ejemplo. Ella nunca estuvo en América del Sur y, sin embargo, fue importante para muchos escritores, incluso para los del boom. Además, en lo que se refiere a su escritura, en particular su posición política y su feminismo, parece hacer eco en muchas personas e infundirles cierto tipo de valentía imaginativa. Por eso pienso que deberíamos seguir leyéndola.
-También fue importante para algunos escritores como Borges.
Sí, y Victoria Ocampo, en particular. Ocampo la conoció y fue una de las primeras críticas que, además de valorar su capacidad artística, reconoció su importancia, su influencia y su determinación como escritora mujer. Ocampo tuvo en cuenta cualidades que, por ejemplo, en Estados Unidos recién resultarían obvias unos 50 años más tarde. Recién en los 80 se comenzó a leer a Woolf como una feminista. Ocampo ya lo hacía allá por los años 30. Woolf fue muy importante para su propia generación, fue reconocida como una de las figuras del modernismo. Después vino un período en el que se la trató como una mujer más que escribió algo y, de pronto, en los 70 y los 80 hubo un redescubrimiento, un interés renovado en Woolf que todavía sigue vivo. Creo que cada generación, cada grupo de estudiantes -las generaciones pueden condensarse en cuatro u ocho años- ve algo diferente en ella: primero fue su feminismo, después pasó a ser su pacifismo, después, su postura en contra del imperialismo... Y ahora algunos están interesados en su vida personal, en su "locura", como ella la llamaba, e incluso en cómo sus libros pueden contribuir a comprender de alguna manera ciertos trastornos mentales. Creo que para los sudamericanos que les agrada jugar con el tiempo, Orlando en particular, fue importante. Su rica imaginación, también. Según el momento, se ha privilegiado una cosa u otra. Pero desde el principio, algunos la leyeron y se dieron cuenta de que estaban ante una voz singular, que ella era una escritora que cambiaría la manera de escribir.
-Cuando mencionaste la generación del boom latinoamericano, ¿pensabas en alguien en particular?
En los 30 Borges la tradujo para la revista Sur… No pensaba en nadie en particular; tal vez en Carpentier. Creo que Mrs Dalloway fue importante por la manera diferente de organizar el relato. También en Orlando, que vive más de lo que solemos vivir, se mueve de lugar en lugar y hasta cambia de sexo. Tiene bastante de realismo mágico ¿no? Lo que Orlando tiene de interesante es que permite usar todas estas situaciones completamente fantásticas como un medio de crítica cultural. La generación del boom asimiló la cultura europea de una manera particular; en ese sentido fue un fenómeno singular. Ésa parece ser la manera en que opera la imaginación: lees algo y lo transformas, te lo apropias. Ellos vieron algo allí que tal vez un common reader tal vez no hubiera percibido.
-¿Te acuerdas de la primera vez que leíste a Virginia Woolf?
¡Sí! Sí, me acuerdo. Estaba en la universidad, tenía unos 20 años, y me mandaron leer Al faro. Lo que me impactó fue lo bien lograda que está la relación con sus padres... el retrato que hace de los Ramsay. Yo era muy unida con mis padres y nunca había leído una novela que pareciera llegar tan hondo, no sólo a nivel de la conciencia, sino al fuero más íntimo, a las sensaciones. También conecté con la tristeza, porque mis padres eran mayores y yo me preguntaba cuánto tiempo más lo tendría. Había algo sobre lo frágil que es la vida y supongo que eso me llegó. En realidad, después de leer ese libro, decidí que me dedicaría a enseñar literatura. Hasta entonces, mi idea era ser abogada, o estudiar relaciones internacionales.
-Entonces, ¿Woolf te cambió la vida?
Sí, ¡me cambió la vida! Por otra parte, me sentía tan unida a ella cuando la leía que no podía escribir sobre ella. Por eso, en la universidad decidí escribir mi tesis sobre Woolf por una cuestión de disciplina, para separar una manera de hablar sobre lo que realmente sentía de lo que intelectualmente podía analizar y tratar desde una distancia. Quería pensar sobre la literatura y transmitir mi visión sobre su literatura de una manera pública, pero me costó mucho llegar a escribir sobre Virginia Woolf. Empezaba a escribir y tenía que dejarlo. Entonces, escribía sobre otra cosa. Todos mis informes fueron sobre otros autores, pero en el fondo, allí estaba ella. Siempre rondándome la cabeza.
-Entonces, fue en la universidad que decidiste especializarte en Woolf?
Sí, aunque sin planearlo. Porque empecé con Woolf y escribí sobre ella, y después me pareció que ya había dicho todo lo que tenía para decir. Entonces escribí algunas otras cosas. Escribí sobre Joyce, Beckett y Hardy, y un libro sobre películas. Me encantan las películas. Pero hará cuestión de unos ochos años me di cuenta de que había estado leyendo mucho a Woolf, dando clases y escribiendo sobre ella, y comprendí que mi relación con ella había cambiado. En cierto sentido, es lo que pasa no sólo con las generaciones, sino con los lectores que ven algo diferente cada vez que vuelven a leer un libro, o un autor. En mi caso, fue Woolf. Entonces volví a Woolf. En realidad, nunca había dejado de dar clases sobre ella, pero no figuraba en el centro de mis intereses académicos. En realidad, quería alejarme. De alguna manera, era como que la sentía demasiado cercana, me identificaba mucho con ella, era preferible que hiciera otras cosas. Entonces tomé otra dirección, pero siempre volvía. Ella es así, nos da esas libertades. Deja que nos alejemos y que regresemos.
-¿Fue por eso que escribiste Fast-Talking Dames? Nos preguntábamos cómo se relaciona con Woolf.
Se podría decir que hay una relación con la idea del common reader [El lector común es un ensayo publicado por Woolf en 1925] y con el lenguaje. Cuando era joven, antes de leer Al faro, me pasaba mirando películas viejas en televisión. Hacia fines de los 80, cuando comenzaron los estudios sobre el cine, me di cuenta de que yo podía hacer un aporte. Sabía mucho sobre estas películas, estaba muy enganchada, era casi una obsesión. El libro que escribí se llama Fast-Talking Dames [damas que hablan rápido] porque lo que primero me interesó fue cómo se representan las mujeres, un interés muy propio de Virginia Woolf. Es como Una habitación propia, y cómo la cultura masculina retrata a las mujeres en los medios visuales. En aquel momento, la teoría cinematográfica -era la época de Laura Mulvey- estaba centrada en la mirada masculina y en cómo las mujeres eran objetivadas por la cámara. Entonces, creo que el feminismo de Woolf me permitió pensar en estas mujeres fuertes y elocuentes, y me interesó mucho cómo hablaban, por qué se expresaban tan bien, casi mejor que los hombres. Tal vez la conexión sea muy débil, pero estoy pensando en el lenguaje y la imagen y los modelos de mujer. En muchos sentidos, Virginia Woolf sentó las bases para un cierto tipo de feminismo crítico. Pero lo que me atrajo fueron las películas. ¡Me encantan esas películas!
-¿Piensas que la manera de retratar a las mujeres cambió con los años? ¿Por qué elegiste las screwball comedies* y no otro tipo de películas?
En parte porque en los años 30, cuando las screwball comedies dominaron el género de la comedia, las mujeres, casi invariablemente, se muestran fuertes, elocuentes, ingeniosas y capaces, independientes. Estas mujeres suelen trabajar fuera del hogar, en un periódico o aun en una tienda; son inteligentes, agudas, listas y rápidas, y esto se refleja en su lenguaje. Además, saben lo que quieren: saben lo que quieren llegar a ser y el tipo de hombre que les gusta. Sin embargo, esa idea de la mujer se fue diluyendo con los años. Entonces, ahora tenemos mujeres que, si trabajan, su vida emocional es un desastre; si son fuertes o buenas en su trabajo o profesión, tienen dificultad para encontrarle sentido a la vida y las más sexys son siempre medio atolondradas. Pensemos en muchas actrices de la actualidad: de algún modo hay que sugerir que son débiles emocionalmente para hacerlas atractivas, tienen que ser tontas, o tener alguna dificultad, o sentirse indefensas. En los 30 no era así. Sabían bien lo que eran, y eso las hacía interesantes y atrayentes. No sé mucho sobre el cine latinoamericano, pero en algunas películas de Almodóvar hay mujeres fuertes, pero están un poco al margen, sirven para guiar las películas, pero no ocupan un papel protagónico. Eso es lo que no veo hoy. Hay un tipo de tontería y simpleza, falta la idea de que una mujer puede ser inteligente, muy comunicativa y sexy, todo al mismo tiempo. Basta mirar cualquiera de las comedias de los años 30 y eran así: Katherine Hepburn, Claudette Colbert, Myrna Loy. ¡Eran fantásticas! Todavía es posible disfrutar mirarlas y cómo se vestían. ¡Eran maravillosas! Fue como si hubieran entrado en la modernidad sintiéndose en casa. Mostraron que era posible sentirse cómodas a pesar de la rapidez de los cambios. No obstante, ahora es difícil encontrarlas en Estados Unidos, salvo algunas veces en televisión, pero difícilmente en las películas norteamericanas. Lo que encontramos ahora son actrices como Angelina Jolie y las películas de artes marciales y ese tipo de cosas; las palabras y la inteligencia de las mujeres tienen un papel menos importante.
-Comentaste que cada generación parece encontrar algo diferente en Woolf. ¿Cuáles serían, en tu opinión, nuevas líneas de investigación posibles en torno a ella y a su obra?
Creo que este renovado interés en Virginia Woolf comenzó con el feminismo estadounidense de los 70. Al principio, se interesaron en su feminismo y luego en su sexualidad, en el concepto de "androginia" y su representación del lesbianismo y, posteriormente, se dedicaron a estudiar sus posiciones políticas. En la actualidad uno de los campos de investigación que parece estar gestándose, y creo que este coloquio se inscribe en él, es su internacionalismo: Virginia Woolf como una persona interesada en la cultura del mundo. Como señalo en mi libro, Imagining Virginia Woolf, ella fue una world writer, una escritora del mundo; una world reader diría incluso, porque ha sido leída en los más diversos lugares del mundo. Por ejemplo, ya en los años 20 Virginia Woolf hablaba sobre los rusos. Fue una de las primeras en señalar que para ser moderno había que leer a los rusos. Escribió sobre lo que pasaba en "el Continente", en Europa, y sobre Proust, en particular. Leía en francés, no sabía mucho sobre la literatura latinoamericana, pero creo que había algo sobre su apertura… Más si se tiene en cuenta la cultura insular a la que pertenecía. Cuando se piensa en el grupo de Bloomsbury, se piensa en un cenáculo, un grupo reducido e íntimo de amigos. Pero, en realidad, las personas que lo integraban eran muy internacionalistas. EM Forster escribió Pasaje a la India, Maynard Keynes trabajó en las finanzas internacionales y dio origen a los estudios macroeconómicos, y Leonard Woolf estaba interesado en la política, en los asuntos diplomáticos y en el pacifismo. Creo que esto tiene mucho que ver con la noción de Woolf como "escritora del mundo". Explica en parte el interés y la importancia de la traducción. En sus ensayos críticos se interesó en qué cosas podían ser traducidas y cuáles se resistían a la traducción, ya se tratara del griego clásico como del ruso. Se dio cuenta de que había algunas palabras tan integradas a la manera de pensar y de vivir que no eran fáciles de trasladar de una cultura a otra. Creo que estas perspectivas sobre Woolf abren la posibilidad de nuevos horizontes para la investigación. Otro abordaje posible, porque tengo un estudiante que lo está haciendo y que me pareció muy novedoso, es a partir el movimiento ecológico: Virginia Woolf y la naturaleza. Sé que se está estudiando su relación con las ciencias naturales y sus ideas sobre la relación entre el ser humano y el medio ambiente. Creo que las posibilidades existen.
-¿Cuáles son tus expectativas para este coloquio?
Estoy muy entusiasmada con este coloquio y en ver cómo se ha leído a Woolf aquí. También me interesa entender cómo y por qué Woolf se traslada de manera tan especial entre culturas. Además, me resulta fascinante imaginar que su primera novela [Fin de viaje, 1915] pudo haberse desarrollado en Uruguay, aunque no lo menciona y jamás lo visitó. Es una asociación para explorar y no desestimarla o pasarla por alto. Entonces, me interesa conocer el planteo de otras personas, en especial las que vienen de América Latina, porque su perspectiva será muy diferente a la que pueda tener yo. En este tipo de congresos internacionales e interculturales, una de pronto se da cuenta de lo limitado que ha sido su pensamiento. Así que estoy muy entusiasmada y estoy segura de que voy a aprender mucho.
* screwball comedies: Comedia romántica e ingeniosa estadounidense de los años 30. Se caracteriza por los diálogos inteligentes y muchos juegos de palabras. Por ejemplo: It Happened One Night (1934) [Sucedió una noche], con Claudette Colbert y Clark Gable, dirigida por Frank Capra, y Bringing Up Baby [Domando al bebé] (1938), con Cary Grant y Katharine Hepburn, dirigida por Howard Hawks.