lunes, 21 de marzo de 2011

Bloomsbury Group, según Williams

La Fracción Bloomsbury
Raymond Williams[1]

(Traducción de María Trabal, con la colaboración de Nicolás Der Agopián. Revisión de Inés Trabal)

Hay serios problemas de método en el análisis de grupos culturales. Cuando analizamos grupos sociales grandes, tenemos algunos métodos obvios y útiles a nuestra disposición. Los números importantes nos permiten análisis estadísticos significativos. Por lo general, hay instituciones organizadas y creencias relativamente codificadas. Igualmente quedan muchos problemas en el análisis, pero al menos es posible comenzar con estos datos duros razonables.
En el caso de un grupo cultural, el número de personas involucradas es generalmente demasiado pequeño para el análisis estadístico. Puede haber o no instituciones organizadas a través de las cuales el grupo trabaja o se desarrolla, pero aun las instituciones más organizadas difieren en tipo y escala de aquellas de los grandes grupos. Los principios que unen al grupo pueden estar o no codificados. Donde lo estén, un tipo de análisis es inmediatamente relevante. Sin embargo, hay muchos grupos culturales importantes que tienen en común un cuerpo de prácticas o un ethos distinguible, en lugar de los principios o aspiraciones de un manifiesto. Lo que el propio grupo no ha articulado, quizá sea reducido a un conjunto de formulaciones, pero algunos efectos de la reducción como la simplificación y hasta el empobrecimiento, son altamente probables.
El significado social y cultural de todos estos grupos, desde el más al menos organizado, difícilmente pueda ser puesto en duda. Ninguna historia de la cultura moderna podría ser escrita sin prestarles atención. Es, sin embargo, un asunto incómodo para la historia y la sociología. Encontramos historias de grupos particulares, pero poca historia comparativa o analítica. En la sociología de la cultura, encontramos el efecto de una sociología general que tiende a concentrarse en grupos de tipo familiar con instituciones relativamente organizadas: iglesias, para la sociología de la religión; sistemas educativos, para la sociología de la educación. En otras áreas de la cultura: la escritura, la pintura, la música, el teatro y, para el caso, la filosofía y el pensamiento social, lo que generalmente se ve es especialización o indiferencia. El grupo, movimiento, círculo o tendencia, parecen demasiado marginales, pequeños o efímeros para merecer un análisis histórico y social. Sin embargo, su importancia como hecho social y cultural, especialmente en los dos últimos siglos, es enorme: a través de sus logros y su forma de ejecución nos hablan acerca de la sociedad más amplia con la que mantuvieron relaciones tan inciertas.
Estas son consideraciones generales, pero particularmente importantes en el caso del Grupo Bloomsbury, si no fuera más que porque, influyentemente, hicieron grandes esfuerzos de reivindicación o de insinuación, para desviarlas o negarlas. A modo de ejemplo, Leonard Woolf:
What came to be called Bloomsbury by the outside world never existed in the form given to it by the outside world. For “Bloomsbury” was and is currently used as a term-usually of abuse-applied to a largely imaginary group of persons with largely imaginary objects and characteristics... We were and always remained primarily and fundamentally a group of friends.[2]
Por supuesto, cuando Leonard Woolf se quejó de una representación errónea, tenía importantes cosas para decir. Igualmente, el interés teórico de su observación es que, en principio, al discutir este “largely imaginary group”[3] toma por descontado la existencia y el concepto de “the outside world”[4]; y segundo, que contrapone “a group of friends”[5] a un grupo en un sentido más general. Pero es cierto que varios, aunque no todos los grupos, empiezan y se desarrollan como grupos de amigos. Lo que entonces debemos preguntarnos es si algunas de sus ideas o actividades compartidas fueron elementos de su amistad que contribuyeron directamente a su formación y distinción como grupo, y luego, si hay aspectos de la manera cómo devinieron amigos que sirvan de indicadores de factores sociales y culturales más amplios. Es significativo, por ejemplo, continuar con la cita:
We were and always remained primarily and fundamentally a group of friends. Our roots and the roots of our friendship were in the University of Cambridge.[6]
Resulta entonces especialmente significativo de Bloomsbury que la Universidad de Cambridge pueda ser tomada como si fuera una simple locación, más que la institución que fue y es, altamente específica a nivel social y cultural. Por otra parte, las raíces sociales y culturales de esa particular forma de percepción –el “grupo” y el “mundo exterior”– deben ser rastreadas en una posición y formación social precisa.
Es este el punto real del análisis social y cultural de cualquier tipo de desarrollo: atender no sólo las ideas y actividades manifiestas, sino también las posiciones e ideas implícitas. Esto es especialmente necesario en la Inglaterra de los últimos cien años, donde el significado de grupos como Bloomsbury o, para tomar otro ejemplo relevante, F. R. Leavis y su revista Scrutiny ha sido ampliamente reconocido, pero desde una perspectiva general débil. Dado que los conceptos que se refieren a los grupos pertenecen esencialmente a las definiciones y perspectivas de los propios grupos, cualquier análisis subsiguiente tenderá a ser interno y circular.
Esto es así, por ejemplo, en el concepto de la “aristocracia intelectual” que ha popularizado y documentado Lord Annan, así como en el de “minorías culturales”, en que a su distinto modo confiaban Clive Bell de Bloomsbury y F. R. Leavis de Scrutiny. El asunto es no cuestionar la inteligencia o lo cultivados que eran tales grupos autodefinidos. Se trata, en cambio, de relacionarlos en sus formas específicas a esas condiciones más amplias que el concepto de una “aristocracia” o “minoría” implica, y a su vez oscurece. Esto significa hacerse preguntas acerca de la formación social de dichos grupos en el contexto deliberado de una historia más amplia, abarcando relaciones muy generales entre la clase social y la educación. Más aun, significa preguntar acerca de los efectos de la posición relativa de cualquier formación particular en sus actividades sustantivas y definitorias, efectos que pueden ser presentados meramente como evidencia de distinción, pero que desde otra perspectiva pueden ser vistos como definitorios en aspectos menos evidentes.
De este modo, la presentación de Annan de una “aristocracia intelectual”, definida por cierto número de familias intelectualmente distinguidas, debe ser calificada en base a dos consideraciones diferentes. La primera, es el efecto (incluyendo el generacional) de la posición social de aquellas familias respecto a las oportunidades de distinción intelectual de sus miembros. La segunda, que estas familias están constituidas por grupos de personas que solamente deben describirse como las más eminentes hacia afuera (este método permite una inclusión casi infinita por motivo de parentesco, en tanto que la inclusión por distinción independiente podría causar más problemas). Si bien una familia distinguida es un punto de inicio, ¿quién podría ser incluido y alabado por el criterio aparentemente independiente de logro intelectual? Creo que es realmente cierto que en el caso de varios sujetos de Annan, los criterios independientes tornan evidentes algunos grupos de distinción. Sin embargo, estos pueden, luego, quedar abiertos a distintos tipos de análisis y conclusiones a partir del concepto ideológico, y derivado ideológicamente, de “aristocracia intelectual”.
Las mismas consideraciones se aplican al Grupo Bloomsbury, especialmente vistas desde la perspectiva histórica. Puede ser presentado, razonablemente, como un agrupamiento de talentos extraordinarios. Pero, en Bloomsbury, claramente, hay también eminencia por asociación. Es interesante recorrer la lista de Leonard Woolf del primer Bloomsbury y sus posteriores incorporaciones. Es difícil tener certezas en estas cuestiones, pero es interesante preguntarse cuántas de estas personas serían recordadas separada e independientemente, en cualquier sentido cultural general, aparte de su membresía en el grupo. Quiero decir, que en un tipo de presentación podemos guiarnos por Virginia Woolf, E.M Forster y J. M. Keynes, y luego continuar con el círculo de personas que se amplía a su alrededor. Pero supongamos que tomamos la lista como sigue: Vanessa Bell, Virginia Woolf, Leonard Woolf, Adrian Stephen, Karin Stephen, Lytton Strachey, Clive Bell, Maynard Keynes, Duncan Grant, Morgan Forster, Saxon Sydney Turner, Roger Fry, Desmond McCarthy, Molly MacCarthy, Julian Bell, Quentin Bell, Angelica Bell, David (Bunny) Garnett. Es una lista de gente muy conocida, y otros no tanto. Es justamente lo que habríamos esperado de la precisa descripción expuesta por Leonard Woolf, un grupo de amigos y sus relaciones. Estaban incluidas algunas personas cuyo trabajo hubiera sido ampliamente respetado aunque el grupo no fuera recordado, otros para quienes claramente ese no es el caso, y algunos donde resulta difícil distinguir su reputación independiente y el efecto causado por la asociación al grupo y a su memoria.
No obstante, lo que se quiere subrayar es el hecho de no disminuir a nadie. Eso sería, en realidad, una grosera rendición frente a ciertos modos de enjuiciamiento humano que Bloomsbury y grupos similares efectivamente popularizaron. Lo importante es ver el significado del grupo cultural más allá de la simple presentación empírica y de la autodefinición como un “grupo de amigos”. Lo importante, entonces, es preguntarse qué fue el grupo, social y culturalmente, como una cuestión diferente (aunque relacionada) de los logros de los individuos y la percepción inmediata de sus relaciones. En verdad es solamente porque muchos grupos culturales modernos y significativos se han formado y desarrollado de esta manera, que debemos preguntar, aun frente a las cejas enarcadas de Bloomsbury, algunas cuestiones teóricas (pesadas).
Es evidente que ningún análisis que descuide los elementos de amistad y relacionamiento, según los cuales se reconocieron y autodefinieron, podría ser adecuado. Al mismo tiempo, cualquier restricción de estos tópicos escaparía a las claras del significado general del grupo. Debemos entonces pensar modos de análisis que eviten colapsar un tipo de definición en la otra: ni el grupo generalizado ni la reunión empírica. Su formación interna específica y su evidente significado general, tomados ambos en conjunto, hacen que Bloomsbury justamente resulte tan interesante. Es también un caso de especial interés a nivel teórico, dado que es imposible desarrollar una teoría sociológica moderna si no encontramos el modo de discutir tales formaciones tomando en cuenta los términos en que se veían a sí mismos y como querían ser presentados, y al mismo tiempo analizar estos términos junto a su significado social y cultural. De esta manera, aunque voy a discutir sobre todo acerca de Bloomsbury, también incluiré algo acerca de Godwin y su círculo, y de la Hermandad Pre-Rafaelita. En parte para compararlos, también históricamente, pero a su vez como un modo de empezar a encontrar términos para una discusión más general.

La Formación de Bloomsbury

Primero debemos señalar que algunos de los principios fundadores declarados por Bloomsbury, eran de un tipo que se correspondía directamente a su preciso modo de formación y a las actividades por las cuales la mayoría de ellos son recordados. Todos los informes subrayan la centralidad de los valores compartidos, tales como el afecto personal y el goce estético. Para cualquier formulación consciente de estos valores, generalmente se menciona la gran influencia de G. E. Moore sobre los amigos originarios de Cambridge. Estos valores compartidos estaban modulados de maneras específicas. Había un énfasis sostenido en la sinceridad: las personas debían decirse unas a otras exactamente lo que pensaban y sentían. También se subrayaba la claridad: el reconocimiento sincero, o cualquier otro tipo de afirmación, debía esperar encontrarse con la pregunta “¿y qué quieres decir exactamente con eso?” Estos valores y hábitos compartidos eran, entonces, de una inmediata relevancia para la formación interna del grupo y para algunos de sus efectos externos. Los mismos que los agruparon íntimamente, pronto les brindaron la sensación autocomplaciente de ser distintos de los otros, los cuales a su vez, podían identificarlos como un grupúsculo. Sin embargo, en este como en otros importantes aspectos, también constituían una de las formaciones avanzadas de su clase:
When I went to Ceylon [sc. 1904] –indeed even when I returned [sc.1911]- I still called Lytton Strachey Strachey and Maynard Keines Keines, and to them I was still Woolf. When I stayed for a week with the Stracheys in the country in 1904, or dined in Gordon Square with the Stephens, it would have been inconceivable that I should have called Lytton’s or Toby’s sisters by their Christian names. The social significance of using Christian instead of surnames and of kissing instead of shaking hands is curious. Their effect is greater, I think, than those who have never lived in a more formal society imagine. They produce a sense –often unconscious- of intimacy and freedom and so break down barriers to thought and feeling. It was this feeling of greater intimacy and freedom, of the sweeping away of formalities and barriers, which I found so new and so exhilarating in 1911. To have discussed some subjects or to have called a (sexual) spade a spade in the presence of Miss Strachey or Miss Stephen would seven years before have been unimaginable; here for the first time I found a much more intimate (and wider) circle in which complete freedom of thought and speech was now extended to Vanessa and Virginia, Pippa and Marjorie.
Esta sensación de liberación fue un estadio en el desarrollo de los amigos originarios de Cambridge. Fue una realización local de sus primeras relaciones.
We were convinced that everyone over twenty-five, with perhaps one or two remarkable exceptions, was “hopeless”, having lost the elan of youth, the capacity to feel, and the ability to distinguish truth from falsehood... We found ourselves living in the springtime of a conscious revolt against the social, political, religious, moral, intellectual and artistic institutions, beliefs and standards of our fathers and grandfathers... We were out to construct something new; we were in the van of the builders of a new society which should be free, rational, civilized, pursuing truth and beauty.[7]
Debe, por supuesto, quedar claro que este fue un movimiento mucho más amplio que Bloomsbury. En esta misma versión, con una mezcla característica de honestidad e inconsciencia, Leonard Woolf señaló que “we felt ourselves to be the second generation in this exciting movement”[8], aunque la actitud hacia casi cualquiera con más de veinticinco años parece haber sobrevivido esto. De hecho, la mayoría de las actitudes y opiniones eran derivadas, como en este caso, de las de Ibsen:
saying “Bosh!” to that vast system of cant and hypocrisy which made lies a vested interest, the vested interest of the “establishment”, of the monarchy, aristocracy, upper classes, suburban bourgeoisie, the Church, the Army, the stock exchange.[9]
Lo que Bloomsbury realmente representaba en el desarrollo de este movimiento más amplio, era un estilo nuevo.
Era un estilo efectivo para la nueva franqueza crítica. Sin embargo, había elementos en su formación que introdujeron otros tonos, y no sólo la actitud de camarilla del autoconsciente grupo adelantado. La franqueza podía modularse en tonos de extraordinaria grosería sobre, y hacia, los “desesperanzados”. También hay un aspecto muy curioso en el apego a los afectos personales. Esto es difícil de estimar, desde la distancia y desde afuera, pero con la lectura, la palabra “afecto” se torna más exacta que cualquier otra palabra fuerte. Una llana franqueza, que da el tono intelectual dominante, parece haber tenido efecto a ciertos niveles de la vida emocional. Esto era, por supuesto, ya evidente en Bernard Shaw y en la relacionada, pero más amplia, formación Fabiana. Hay un momento inolvidable en una conversación entre Virginia Woolf y Beatrice Webb, en 1918:
Beatrice had asked Virginia what she intended to do now that she was married. Virginia said that she wanted to go on writing novels. Beatrice seemed to approve and warned Virginia against allowing her work to be interfered with by emotional relations. “Marriage, we always say”, she said, “is the waste paper basket of the emotions”. To which, just as they came to the level crossing, Virginia replied: “But wouldn´t an old servant do as well?”.[10]
El hecho de que en su propio registro de esta conversación, Virginia Woolf dice “waste pipe”[11] en vez que “waste paper basket” sólo profundiza su irónica fascinación. Hay un sentido en el que la racionalidad y el candor definen al “afecto” en forma limitada, aunque sin embargo resulte importante. Por otro lado, lo que es bastante evidente en el grupo, es una tolerancia significativa de los asuntos sexuales y emocionales. Esta valiosa tolerancia y el peso exacto del “afecto” de veras parecen estar relacionados.
Un factor final que debe agregarse a esta definición inicial en la “estructura de los sentimientos” del grupo, puede ser representada más precisamente por la frase “conciencia social”. No fueron sus creadores, y en todo caso es un factor más evidente después de 1918 que antes de 1914. Se relaciona, seguramente, con la irreverencia total ante las ideas establecidas y las instituciones en su etapa temprana. Pero se convierte en algo más. Nada contradice más fácilmente la imagen recibida de Bloomsbury como estetas aislados y lánguidos que el registro memorable de su compromiso político y organizativo en el período de entreguerras, de Leonard Woolf, Keynes y también otros como Virginia Woolf, quien albergaba mitines regulares de una rama de la Women´s Cooperative Guild en su casa. La trayectoria pública de Keynes es suficientemente conocida. La de Leonard Woolf, y su largo trabajo para la Sociedad de Naciones, para el movimiento Cooperativo y para el Partido Laborista, especialmente en cuestiones antimperialistas, es muy honorable.
Podía entonces resultar algo sorprendente para Bloomsbury, y aquellos formados según su imagen, colocar el acento sobre la “conciencia social”. La frase misma, de este período, se ha naturalizado ampliamente y entonces resulta difícil cuestionarla. Una manera de hacerlo, es señalando su amplia asociación con otra frase significativa, “concern for the underdog”.[12] Porque lo que debe definirse más cuidadosamente es la asociación específica entre lo que realmente son sentimientos de clase incambiados (una clara conciencia de la línea que separa a la clase alta de la baja) y los fuertes sentimientos de simpatía hacia la clase baja, considerada como víctima. Por tanto, la acción política se dirige a la reforma sistemática a nivel de la clase dirigente; el desprecio hacia la estupidez de los sectores dominantes –dentro de la clase dirigente– se mantiene prácticamente invariable desde la fase temprana. La contradicción inherente en esto –la búsqueda de reformas sistemáticas a nivel de la clase dirigente que es concebida sobre todo como corta de vista y estúpida– obviamente no es ignorada. Continuar explicando y proponiendo a niveles oficiales y, al mismo tiempo, ayudar en la organización y la educación de las víctimas, es una cuestión de conciencia social. El punto no es que esta conciencia social sea irreal, de hecho es muy real. Pero es la formulación precisa de una posición social particular, en la cual una fracción de la clase alta, separándose desde su posición mayoritaria dominante, se refiere a la clase baja como un asunto de conciencia: no en forma solidaria, ni por afiliación, sino como una extensión de lo que sienten, todavía, como una obligación personal o de un grupo pequeño frente a la crueldad y la estupidez del sistema y hacia las víctimas, de otra manera sin ayuda.
El complejo de actitudes políticas, y eventualmente reformas sociales y políticas que surgían de esta conciencia social, ha sido especialmente importante en Inglaterra. Hubo consenso, desde el ala derecha del Partido Laborista a través del Partido Liberal hasta algunos Conservadores liberales. Bloomsbury, incluyendo a Keynes, se adelantó a su época en estos asuntos, así como en otros. En sus medios, desde el New Statesman hasta el Political Quarterly, fue en este periodo el segundo en importancia después de la Sociedad Fabiana. En su hostilidad hacia el imperialismo, donde la identificación consciente con las víctimas era más negociable que en la propia Inglaterra, su contribución fue muy significativa. Su temprana hostilidad hacia el militarismo es parcialmente representativo del consenso que luego, y de modo claro durante la Guerra Fría, iba a ser borrado. Pero lo que ahora importa al definir al grupo, es la naturaleza de la conexión entre estos asuntos políticos importantes y el grupo pequeño, racional y cándido. El verdadero objeto de la conexión es la “conciencia”. Se trata de un sentimiento de responsabilidad individual –ratificado entre amigos civilizados– que gobierna las relaciones inmediatas y puede ser ampliado a las “preocupaciones sociales”, sin perder sus bases. Puede distinguirse, cosa en la que el grupo siempre insistió, del estado de conciencia estúpido, carente de sentimientos y complaciente de la clase dominante. También debe ser distinguido de algo que no fue percibido por el grupo y sus sucesores: la conciencia social de una clase subordinada autoorganizada. Estos apoyos políticos diferentes, no fueron rechazados de plano, pero tampoco fueron tomados en serio. El acercamiento que requería la conciencia social produjo una ausencia de conciencia de sí, en cierto sentido un puro patrocinio. Porque si esto no ocurría, no correspondía esperar que estas nuevas fuerzas fueran más racionales y civilizadas que las de sus amos presentes.
En estas definiciones iniciales de los significados y valores que hicieron de este grupo algo más que apenas un grupo de amigos –significados y valores que, a su vez, sostuvieron su autopercepción como sólo un grupo de amigos, unos individuos civilizados– hemos alcanzado el margen de la definición central del significado social del grupo Bloomsbury. Eran una verdadera fracción de la clase alta inglesa. Estaban en contra de sus ideas y valores dominantes, y sin embargo, en todos los sentidos posibles, parten de ella. Es una posición delicada y compleja, pero la significación de tales grupos ha sido generalmente subvaluada. El asunto no es simplemente poner en cuestión su vínculo problemático con cualquier período temporal. Se trata, también, de un asunto referido a la función de tales grupos y sus modos de relación en el desarrollo y adaptación, a través del tiempo, de la clase como un todo.

Godwin y su círculo

Aquí podemos ver, brevemente, de manera comparativa, dos importantes grupos ingleses anteriores. El primero, el de William Godwin y su círculo, entre 1780 y 1790, surgió de una disensión de base diferente. Su disentimiento religioso al momento de formarse, ya cargaba implicancias sociales específicas: las de un sector religioso desaventajado, así como los efectos de una posición económica y social, que era tajantemente distinta de la clase alta y dirigente de ese entonces. Esto quiere decir que Godwin y sus amigos eran trabajadores profesionales relativamente pobres, miembros de una emergente intelligentsia pequeño burguesa, sin otros medios de influencia social o política. En su intento básico de establecer racionalidad, tolerancia y libertad, sabían que se estaban oponiendo a un sistema y a una clase entera más allá de ellos. Con su propio grupo, podían discutir y practicar los valores racionales de la igualdad civilizada, incluyendo la igualdad sexual, algo que debe ser recordado ya que –junto a Mary Wollstonecraft–, fueron especialmente avanzados. En su etapa temprana, se convencieron de los poderes de la explicación y la persuasión racional. El vicio era simplemente un error, y el error podía ser reparado con una búsqueda paciente. La virtud podía ser afirmada con instituciones razonables. La estupidez y los dogmas que embarraban el camino, debían ser afrontados mediante la iluminación constante y cuidadosa.
Todavía sorprende lo que sucedió entonces. Se encontraron con una clase dirigente fuera de su alcance, que no sólo era arrogante y cruel, sino que justo en ese momento enfrentaba un nuevo desafío debido a los efectos de la Revolución Francesa. Las proposiciones racionales y civilizadoras chocaron con la represión más cruda: procesamiento, encarcelamiento y deportación. La novela de Godwin, Things as They Are, es una valiosa evocación de esta crisis, en la que la verdad se convirtió literalmente en un riesgo para la vida, y las explicaciones razonables fueron perseguidas sin piedad. Se trata de un momento llamativo de la cultura inglesa, todavía insuficientemente valorado, por la valentía de su intento inicial, y esto en particular porque la represión lo quebró de manera tan profunda, que quedó sepultado durante una generación. Los grupos fallidos no son fácilmente respetados, aunque este debería serlo por la nobleza de sus aspiraciones y por el carácter inherente de sus ilusiones. Lo que con ligereza llamamos “fracaso”, fue en realidad una derrota por parte de una represión viciosa.
De manera general y decisiva, este grupo no fue una fracción, un desprendimiento de una clase más alta. Fue un sector emergente de una clase todavía relativamente subordinada, la más pequeña burguesía comercial independiente. Cuestionando todo, pero asumiendo la continuidad de un discurso racional, fueron atacados por gente que ni siquiera trataba de responder a sus argumentos, sino que –como amenaza y peligro– simplemente los encerraban. Entonces, lo que aprendemos desde una perspectiva teórica, es que no podemos describir ninguno de estos grupos simplemente en términos internos: qué valores sostenían, de acuerdo a qué significados trataban de vivir. Tomados en este nivel, Godwin y su círculo se parece en forma llamativa a la fracción Bloomsbury, aunque siempre hayan sido más fuertes. Pero el nivel que importa, finalmente, no es el de las ideas abstractas sino el de las relaciones reales del grupo con el sistema social como un todo.

La hermandad prerafaelita

El sistema social como un todo, así como los sistemas sociales, cambian: tanto en su carácter general como en sus relaciones internas. En la época de la hermandad prerrafaelita, a mediados del siglo diecinueve, la burguesía industrial y comercial comenzaba a dominar, y algunas partes del anterior discurso tenían una base social limitada. Por este y otros motivos, el carácter de este grupo fue bastante diferente. En principio, se opusieron al filisteísmo convencional de la época. En su primera fase fueron irreverentes, impacientes, despreciativos de las simulaciones; tratando de encontrar maneras nuevas y menos formales de convivencia. Por un tiempo, que no duró demasiado, fueron parte de la turbulencia democrática de 1848. El modo central de su breve unidad grupal, fue una declaración por la verdad en el arte y el correspondiente rechazo de las convenciones recibidas. Su objetivo positivo era ser fieles a la naturaleza, “rejecting nothing, selecting nothing and scorning nothing”.[13] Definieron su regreso a lo antiguo (prerafaelita) como el medio hacia lo nuevo. Como grupo inmediato, manifestaron una informalidad fácil e irreverente, una tolerancia excepcional y ahora “bohemia”, y usaron algunos elementos del lenguaje privado del grupo (en lunfardo tales como “stunner” y “crib”[14]), que deliberadamente los marcaba como grupo aparte. Pueden ser descritos como un grupo que, en su área artística elegida, estaba en contra de la burguesía comercial, aunque en su mayoría provinieran de dicha clase. El padre de Holman Hunt´s era Gerente de Planta, el de William Morris corredor de Bolsa. Sorpresivamente, mientras se desarrollaron, fueron encontrando sus auspiciantes en esta misma clase. Por supuesto, al final siguieron caminos diferentes, hacia la nueva y flamante integración representada por Millais o por el quiebre hacia el socialismo revolucionario, aunque con las mismas inmediatas relaciones comerciales de Morris. En su momento efectivo, por todas sus dificultades, no sólo significaron una ruptura respecto de su clase –los jóvenes irreverentes y rebeldes–, sino un medio en el necesario desarrollo de su clase hacia una etapa más avanzada. Esto sucede una y otra vez con las fracciones burguesas: un grupo se desprende, como en este caso, por “fidelidad hacia la naturaleza”, en términos que, de hecho, pertenecen a una etapa de dicha clase, pero una etapa que está en ese momento cubierta por los bloqueos del desarrollo posterior. Es, entonces, una revuelta contra la clase pero dentro de ella, y no es sorprendente que su énfasis de estilo, mediado adecuadamente, se convirtiera en el arte popular burgués del siguiente período histórico.

La Fracción Bloomsbury

La distancia histórica es siempre una ventaja. Godwin y su círculo o los prerrafaelitas son, en este sentido, más fácilmente ubicables que Bloomsbury, que en algunos de sus tonos y estilos todavía tiene una influencia y hasta presencia significativa. El propósito de esta breve referencia a grupos anteriores es el de enfatizar, más allá de algunos obvios puntos en común, no sólo las diferencias en las ideas sino las diferencias sociales decisivas. Y estas, a su vez, sólo pueden ser entendidas siguiendo el desarrollo de la sociedad en general. Lo que ocurrió durante la segunda mitad del siglo XIX fue el desarrollo integral y la reforma de la vida profesional y cultural de la Inglaterrra burguesa. Las viejas Universidades fueron reformadas y trabajaron en forma más seria. Los servicios administrativos fueron desarrollados y reformados por las nuevas necesidades de la administración imperial y estatal, así como por los exámenes competitivos ligados con la reforma universitaria. El carácter cambiante de la sociedad y de la economía construyó un nuevo sector importante a nivel profesional, y por cierto muy educado de la clase alta inglesa, harto diferente en sus ambiciones y valores de la vieja aristocracia y de la burguesía comercial. Y es desde este sector –lo cual no debería sorprendernos– especialmente de las segunda y tercera generaciones, que emergieron las noveles definiciones y los nuevos grupos y, específicamente, en su sentido amplio, Bloomsbury.
Las connotaciones directas del Grupo Bloomsbury con este nuevo sector son ampliamente conocidas. Hay una conexión de frecuencia significativa con los altos cargos de la administración colonial (generalmente de la India), como en la familia Stephen, con el padre de Lytton Strachey, en la carrera temprana de Leonard Woolf. En este sentido, hay continuidades antes y después: los Mills en el siglo XIX, Orwell en el XX. Pero el período en el que emerge Bloomsbury fue el punto culminante de este sector, así como fue el punto superior del orden social al cual servía. El sector es distinguible, aunque conectado íntimamente con un área más amplia de la clase. Como dice Leonard Woolf acerca del mundo social de los Stephen:
That society consisted of the upper levels of the professional middle class and county families, interpenetrated to a certain extent by the aristocracy [Or more generally] The Stephens and the Stracheys, the Richies, Thackerays and Duckworths had an intrincate tangle of ancient roots and tendrils stretching far and wide through the upper middle classes, the country families, and the aristocracy.[15]
Uno de los intereses que influían en Woolf era que él mismo estaba ingresando a este sector crucial desde un trasfondo social distinto:
I was an outsider to this class, because, although I and my father before me belonged to the professional middle class, we had only recently struggled up into it from the stratum of Jewish shopkeepers.[16]
Era capaz, entonces, de observar los hábitos específicos de la clase de la cual surgiría Bloomsbury:
Socially they assumed things unconsciously which I could never assume either unconsiously or consciously. They lived in a peculiar atmosphere of influence, manners, respectability, and it was so natural to them that they were unaware of it as mammals are unaware of the air and fish of the water in which they live.[17]
Pero esa era la clase como un todo. Para la emergencia de su sector profesional fue decisiva la atmósfera social e intelectual de las viejas y reformadas Universidades. Fue aquí, luego de la liberalización, de la recuperación significativa de la seriedad, y después de la reorganización interna que aseguraba el mérito competitivo, que las cualidades específicas del sector profesional emergieron junto con las creencias generales de la clase. Esto permitió nuevos reclutas, como el mismo Woolf. Promovió varias continuidades significativas y, en cierto sentido, autónomas frente a las viejas Universidades. Este es el motivo por el cual todavía puede ser visto, desde un ángulo deliberadamente selectivo, como una “aristocracia intelectual”.
The male members of the British aristocracy of intellect went automatically to the best public schools, to Oxford and Cambridge, and then into all the most powerful and respectable professions. They intermarried to a considerable extent, and family influence and the high level of their individual intelligence carried a surprising number of them to the top of their professions. You found them as civil servants sitting in the seat of permanent under-secretaries of government departments; they became generals, admirals, editors, judges, or they retired with a KCSI or KCMG after distinguished careers in the Indian or Colonial Civil Services. Others again got fellowships at Oxford or Cambridge and ended as head of an Oxford or Cambridge college or headmaster of one of the great public schools.[18]
La confusión de esta declaración es tan remarcable como la precisión local de su información. Encontramos el muy característico reconocimiento, y sin embargo de manera confusa, de los dos factores del éxito: “influencia familiar”, “alto nivel de... inteligencia individual”. Hay un borramiento relacionado de la “aristocracia del intelecto”, basado en un rango de ejemplos (Fellows y directores, subsecretarios permanentes y editores) y las diferentes figuras de la clase dirigente (Generales, almirantes). En cada rango, de hecho, la proporción del efecto de la clase de la cual se proviene, incluyendo la influencia familiar y la inteligencia individual examinada o demostrada, tendría que ser estimada con precisión. Dado que lo que realmente se está describiendo es una composición sectorial, y las diversidades de esta composición requieren un registro mucho más preciso que la fórmula autopresentada y autorrecomendada –con su metáfora deliberada y sin embargo significativa– de una “aristocracia intelectual”.
Otro punto relevante en esta significativa composición sectorial es planteada por la acertada referencia de Woolf a los miembros masculinos. Uno de los elementos que iba a afectar el carácter específico del grupo Bloomsbury, como una formación distinguible de este sector, fue el atraso en la educación avanzada de las mujeres de esta clase. Aun en sus primeras etapas, pocas mujeres de estas familias estuvieron directamente involucradas; una de las hermanas Strachey, Pernel, se convirtió en “Principal” en Newnham. Sin embargo, una persistente asimetría sexual fue uno de los elementos importantes de la composición del grupo Bloomsbury. Como Woolf lo vuelve a relatar:
Our roots and the roots of our friendship were in the University of Cambridge. Of the 13 persons mentioned above (as members of Old Bloomsbury) three are women and ten men; of the ten men nine had been at Cambridge.[19]
Los efectos de la asimetría fueron irónica y a veces indignadamente señalados por Virginia Woolf, en A Room of One´s Own y Three Guineas.
Lo que entonces tenemos que enfatizar, en la formación sociológica de Bloomsbury es, primero, el origen del grupo del sector profesional y altamente educado de la clase alta, con amplias y sostenidas conexiones con esta clase como un todo; segundo, el elemento de contradicción entre algunas de estas personas altamente educadas y las ideas e instituciones de su clase como un todo (la aristocracia intelectual, en un sentido estrecho, o por lo menos algunos de ellos, estaban haciendo valer su inteligencia y educación sobre el “vasto sistema de mojigatería e hipocresía” sostenido por muchas de estas instituciones –“la monarquía, la aristocracia, las clases altas, la burguesía suburbana, la Iglesia, el Ejército, la Bolsa de Valores”–, que en todos lados eran incluidos como los campos exitosos de la misma aristocracia del intelecto); tercero, la contradicción específica entre la presencia de mujeres muy inteligentes e intelectuales, en estas familias, y su relativa exclusión de las instituciones formativas y dominantes masculinas; y cuarto, y más generalmente, las tensiones y necesidades internas de la clase como un todo, y especialmente de su sector altamente educado y profesional, en un período que más allá de su aparente estabilidad fue de crisis social, política, cultural e intelectual.
El Grupo Bloomsbury, podemos decir entonces, se separaba como una fracción distinta con base en el segundo y tercer factor: la crítica social e intelectual y la ambigüedad sobre la posición de las mujeres. Tomadas en conjunto, estas son las modalidades de su formación y de sus logros. Pero el primer factor, que refiere a su origen general, debe ser tomado como definiendo las calidades particulares de esta fracción: su significativa y sustentada combinación de influencia disentidora y de conexión influyente. El cuarto factor indica algo acerca de su significación histórica general: que en ciertos campos, notablemente aquellos de igualación sexual y tolerancia, de actitudes hacia las artes y en especial las artes visuales, y de algunas informalidades privadas y semipúblicas, el Grupo Bloomsbury era un precursor en una mutación más global dentro del sector educado y profesional, y en algún grado dentro de la clase dirigente inglesa. Una fracción, como hemos señalado, a menudo realiza este servicio para su clase. Hubo, entonces, cierta liberalización, a nivel de las relaciones personales, el goce estético y la amplitud intelectual. Hubo alguna modernización, a nivel de las costumbres semipúblicas, de movilidad y contacto con otras culturas, y de sistemas intelectuales más adecuados y extendidos. Tal liberalización y modernización fueron, por supuesto, tendencias de carácter bastante general, con las cambiantes circunstancias sociales y especialmente después del impacto de la guerra 1914-18 y, posteriormente, de la pérdida del Imperio. No es que el Grupo Bloomsbury causara algún cambio, es sólo (pero es algo) que fueron prominentes y relativamente coherentes hacia sus representantes y agentes tempranos. Al mismo tiempo, la liberalización y modernización fueron estrictamente adaptaciones más que cambios básicos de clase, que en su función directriz de la institución central de la clase dirigente, no sólo ha persistido, a pesar de los cambios en las costumbres y luego de haber evidentemente reclutado a otros en sus costumbres, sino que ha persistido más exitosamente porque estas adaptaciones se han hecho y seguirán haciéndose.

La contribución de Bloomsbury

Lo que debe ser finalmente discutido es el carácter de los aportes culturales, intelectuales y artísticos de Bloomsbury en el contexto de su específica formación sociológica y su significación histórica. Sin embargo, tal discusión enfrenta severas dificultades teóricas y metodológicas. No es cuestión de reducir una serie de contribuciones individuales específicas a un crudo contenido general. Los grupos culturales de este tipo –fracciones por asociación, más que fracciones o grupos por oposición de manifiesto o de programa–, no pueden, en ningún caso, ser tratados de esta forma. Las contribuciones tampoco pueden verse como una mera asociación aleatoria. Es con este ánimo cuidadoso que tenemos que leer el interesante resumen de Leonard Woolf:
There have often been groups of people, writer and artists who were not only friends, but were consciously united by a commmon doctrine and object, or purpose artistic or social. The utilitarians, the Lake poets, the French impressionists, the English Pre-Raphaelites were groups of this kind. Our group was quite different. Its basis was quite different. Its basis was friendship, wich in some cases deepened into love and marriage. The colour of our mind and thought had been given to us by the climate of Cambridge and Moore´s philosophy, much as the climate of England gives one colour to the face of an Englishman while the climate of India gives a quite different colour to the face of a Tamil. But we had no common theory, system or principles which we wanted to convert the world to; we were not proselytizers, missionaries, crusaders or even propagandists. It is true that Maynard produced the system or theory of Keynesian economics which has had a great effect upon the theory and practice of economics, finance and politics; and that Roger, Vanessa, Duncan and Clive played important parts, as painters or critics, in what came to be known as the Post-Impressionist Movement. But Maynard´s crusade for Keynesian economics against the orthodoxy of the Banks and academic economists, and Roger´s crusadefor post-impressionism and “significant form” against the orthodoxy of academic “representational” painters and aestheticians were just as purely individual as Virginia´s writing of The Waves they had nothing to do with any group. For there was no more a communal connection between Roger´s Critical and Speculative Essays on Art, Maynard´s The General Theory of Employment, Interest and Money, and Virginia´s Orlando than there was between Bentham´s Theory of Legislation, Hazlitt´s Principal Picture Galleries in England, and Byron´s Don Juan.[20]
En el nivel empírico más simple esto puede ser tomado como verdadero, aunque la comparación final es meramente retórica: Bentham, Hazlitt y Byron nunca estuvieron significativamente asociados, y sus nombres lo dan por sentado. El rechazo característico de la teoría, sistema o principios en común tampoco es tan convincente como parece; las actitudes de Bloomsbury hacia el sistema eran, al menos, una de sus características comunes más evidentes, y sostenidas por principios.
Sin duda, hay algo en la manera en que Bloomsbury negaba su existencia como grupo formal, mientras continuaba insistiendo en su calidad de grupo, que sirve de pista para su definición esencial. El punto no era tener una teoría o un sistema común –es decir, general–, no sólo porque no era necesario –peor, probablemente fuese un dogma impuesto– sino antes que nada, era cuestión de principios, porque tales teorías y sistemas obstruían el verdadero valor organizativo del grupo, que era la libre expresión sin obstáculos del individuo civilizado. La fuerza que ese adjetivo, “civilizado”, carga o pretende cargar, difícilmente pueda ser sobrestimado:
In the decade before the 1914 war there was a political and social movement in the world, and particularly in Europe and Britain, which seemed at the time wonderfully hopeful and exciting. It seemed as though human beings might really be on the brink on becoming civilized.[21]
En este sentido, en su más amplio espectro, Bloomsbury estaba sosteniendo los valores clásicos del iluminismo burgués. Estaba en contra del tono afectado, la superstición, la hipocresía, las pretensiones y el espectáculo público. Estaba también en contra de la ignorancia, la pobreza, la discriminación sexual y racial, el militarismo y el imperialismo. Pero enfrentaba todas estas cosas en un momento específico del desarrollo del pensamiento liberal. A lo que apelaba, en forma reñida con todos estos males, no era a una idea alternativa de toda la sociedad. En su lugar, recurría al valor supremo del individuo civilizado, cuya pluralización, o sea el aumento de individuos civilizados, era en sí misma la única dirección social aceptable.
El carácter profundamente representativo de esta perspectiva y este cometido, puede ser visto más claramente ahora. Es la definición central de la ideología burguesa (por supuesto la práctica burguesa es realmente otra cosa) contemporánea. Comanda los ideales públicos de un amplio rango de opinión política ortodoxa, desde los conservadores modernos, pasando por los liberales, hasta los socialdemócratas más representativos. Se trata de una filosofía de la soberanía del individuo civilizado, no sólo contra las fuerzas oscuras del pasado, sino enfrentado con todas las otras fuerzas sociales de la actualidad que, en conflictos de intereses, reclamos alternativos, otras definiciones de sociedad y relacionamientos, pueden ser rápidamente vistas como enemigas y pueden ser asignadas fácilmente al lado extremo de esa frontera marcada por su propia definición de “civilizado”. La temprana confianza de esta posición, durante el período previo a 1914, en su largo encuentro con estas otras y verdaderas fuerzas sociales, ha caído cuesta abajo como en el título de Leonard Woolf –“downhill all the way[22]. A pesar de toda esta ortodoxia general continuada, ahora surge mucho más a menudo como una posición bloqueada más que expansiva. Al mismo tiempo, la repetición de sus principios se torna cada vez más ideológica.
El momento de Bloomsbury en esta historia es significativo. En su práctica –así como en la sensibilidad de las novelas de Virginia Woolf y E. M. Forster– podía ofrecer evidencias más convincentes de la sustancia del individuo civilizado que en la ridiculización de la frase ortodoxa. En su teoría y práctica, desde la economía keynesiana hasta su trabajo para la Sociedad de Naciones, realizó intervenciones poderosas para la creación de condiciones económicas, sociales y políticas en las que, liberados de la guerra, la depresión y el prejuicio, los individuos podrían ser libres para ser y convertirse en civilizados. De esta manera, en sus instancias personales y sus intervenciones públicas, Bloomsbury constituyó la posición más seria, dedicada e inventiva de este tipo de todo el siglo XX. Sin duda, la paradoja de algunos juicios retrospectivos acerca de Bloomsbury es que el grupo vivía y trabajaba esta posición con una franqueza realmente vergonzante, es decir, vergonzante para quienes el “individualismo civilizado” es una frase resumida de un proceso de consumo conspicuo y privilegiado. No es que podamos separar las posiciones de Bloomsbury de estos desarrollos posteriores: hay algunas continuidades reales, como en el culto del consumo que aprecia lo conspicuo y en algunas trampas que saltaron, como en la economía keynesiana y las alianzas monetarias y militares. Sin embargo, debemos diferenciar la fruta de su podredumbre o la semilla plantada con esperanza y su árbol deformado por la moda.
Pero cuando vemos las conexiones y las diferencias, debemos analizar las oscuridades y los defectos de la posición original en que Bloomsbury se definía a sí mismo. Esto puede hacerse en forma más seria o más liviana. Por ahora, escogeremos esta última, uno de los modos propios de Bloomsbury. Podemos decir, se sostenía a menudo, que el grupo no tenía una posición general. Pero, ¿por qué necesitaba una? Si miramos con cuidado, Virginia y Morgan se dedicaban a la literatura; Roger, Clive, Vanessa y Duncan, el arte; Leonard, a la política; Maynard, a la economía. ¿No cubrían ellos los intereses propios de toda la gente civilizada? Con una excepción, quizá, pero esto fue remediado significativamente en los años veinte. Un número de asociados y relacionados al grupo –Adrian y Karin Stephen, James Strachey–, se movieron hacia la nueva práctica del psicoanálisis, que junto al Hogarth Press de Leonard y Virginia Woolf –su única y notable creación directa– introdujeron efectivamente el pensamiento freudiano al inglés. Dada la impresionante lista de Virginia y Morgan para la literatura, Roger, Clive, Vanessa y Duncan para el arte, Leonard en la política y Keynes en lo económico, se podría agregar, por así decirlo, a Sigmund para el sexo.
Es tentador dar vuelta cualquier argumento sobre sí mismo, pero hay un punto subyacente. El trabajo y pensamiento del grupo Bloomsbury y el otro trabajo y pensamiento que, en efecto, traía asociado y que presentaba –incluyendo la temprana poesía “comunista” de los años treinta– son llamativos, a primera vista, por su eclecticismo, por sus evidentes desconexiones. En este sentido, se comprende que cualquiera se diera vuelta y preguntara, retóricamente, qué conexiones pudo haber habido entre Clive Bell, en arte, y Keynes, en empleo o Virginia Woolf, en ficción literaria y Leonard Woolf, en la Sociedad de Naciones o Lytton Strachey, en historia y los freudianos. Es verdad que no podemos reunir todo este trabajo y convertirlo en una teoría general. Pero, por supuesto, ese es el punto. Las diferentes posiciones que el Grupo Bloomsbury articulaba –y que diseminaba como los contenidos de la mente de un individuo moderno, educado y civilizado– son todas alternativas a una teoría general. No necesitamos preguntar, mientras se mantenga esta impresión, si las generalizaciones de Freud sobre la agresión, son compatibles con el trabajo realizado con una idea fija para la Sociedad de Naciones, o si sus generalizaciones sobre arte son congruentes con la “forma significante” y el “éxtasis estético” de Bell. O si las ideas de Keynes sobre intervención pública en el mercado son compatibles con la profunda creencia en la sociedad como un grupo de amigos y relaciones. No necesitamos preguntar porqué la integración efectiva ya se ha llevado a cabo, en el nivel del “individuo civilizado”, la definición singular de todas las mejores personas, seguras en su autonomía, pero dirigiendo su libre atención hacia un lado u otro, según lo requiera la ocasión. Y el objetivo que gobierna todas las intervenciones públicas es asegurar este tipo de autonomía mediante caminos para disminuir presiones y conflictos y, con ello, evitar cualquier desastre. La conciencia social, al fin y al cabo, sirve para proteger la conciencia privada.
Donde esto puede afirmarse sin ningún tipo de protección –en las privilegiadas formas de ciertos tipos de arte, negándose al “sacrifice... representation”–[23] como “something stolen from art[24], o de ciertos tipos de ficción, como cuando Virginia Woolf rechaza burlonamente la descripción social:
Begin by saying that her father kept a shop in Harrogate. Ascertain the rent. Ascertain the wages of shop assistants in 1878. Discover what her mother died of. Describe cancer. Describe calico. Describe...[25]
–o en las formas significativas disponibles de relaciones personales y placeres estéticos– todavía no hay conflicto (a pesar de “detalles” trabajosos) con la conciencia social. Por otra parte, esta mayor sensibilidad es su deseo y modelo de estilo de vida, luego de remover racionalmente conflictos (“innecesarios”), contradicciones y modos de privación. En beneficio de la vida personal y del arte, como argumentaba Clive Bell:
Society can do something... because it can increase liberty... Even politicians can do something. They can repeal censorious laws an abolish restrictions on freedom of thought and speech and conduct. They can protect minorities. They can defend originality from the hatred of mediocre mob.[26]
No siempre se encuentra esta combinación específica entre lo dulce y lo amargo. Sin duda, nunca está libre de las connotaciones de clase, como lo señala más explícitamente Bell:
The liberation will not be complete until those who have already learned to despise the opinion of the lower-middle classes learn also to neglect the standards and the disapproval of people who are forced by their emotional limitations to regard art as an elegant amenity...Comfort is the enemy, luxury is merely the bugbear of the bourgeoisie.[27]
En sus mejores puntos fue valiente, en su mejor forma:
The least that the State can do is to protect people who have something to say that may cause a riot. What will not cause a riot is probably not worth saying.[28]
A pesar de haber dicho tanto, no hubo disturbios. Porque, pese a todas sus excentricidades, incluyendo las valiosas, Bloomsbury estaba articulando una posición que iba a ser una norma “civilizada”, si bien sólo en instancias atenuadas y cuidadosas. A través del poder de su demostración de una sensibilidad privada, que debía ser protegida y ampliada mediante la preocupación pública, pusieron de moda las formas efectivas de la disociación ideológica contemporánea entre la vida “pública” y la “privada”. El conocimiento de su propia formación como individuos dentro de una sociedad, de esa formación social específica que los convirtió explícitamente en un grupo e implícitamente una fracción de una clase, no estaba sólo más allá de su alcance, sino que estaba directamente descartado, ya que el individuo libre y civilizado era su referencia fundante. El psicoanálisis podía ser integrado a esto, en la medida en que permaneciera como un estudio ahistórico de formaciones individuales específicas. Las políticas públicas podían ser integradas, siempre y cuando estuvieran dirigidas a reformar y reparar un orden social que ya había producido una vez estos individuos libres y civilizados pero que, debido a la estupidez o el anacronismo, ahora amenazaba su existencia y su reproducción indefinida y generalizada.
La naturaleza final de Bloomsbury como grupo fue ser, de hecho y diferencialmente, un grupo de, y para, la noción de individuos libres. Cualquier posición general que se alejara de esta creencia especial, lo habría desorganizado. Pero, al mismo tiempo, se necesitaba un conjunto de posiciones especializadas para que los individuos libres pudieran ser civilizados. Lo irónico está en que tanto la creencia especial como el espectro de posiciones especializadas, han sido naturalizadas –aunque ahora en forma más claramente incoherente– en todas las fases posteriores de la cultura inglesa. Es en este preciso sentido que el grupo de individuos libres debe ser visto, finalmente, como una fracción (civilizadora) de su clase.


[1] Publicado en Problems in Materialism in Culture, London, Verso, 1982, con el título “The Bloomsbury Fraction”. Debemos agradecer la copia del original de este texto a María Alejandra Aguilar.
[2] Beginning Again, Leonard Woolf. Londres, 1964, pp. 21, 23.
[3] “Grupo en gran medida imaginado” [N. del T.]
[4] “El mundo exterior”.
[5] “Un grupo de amigos”.
[6] Ibid., p. 23.
[7] Sowing, Leonard Woolf. Londres, 1960, pp. 160-1.
[8] “Sentíamos que éramos la segunda generación en este excitante movimiento”.
[9] Ibid., p. 164.
[10] Beginning Again, p. 117.
[11] Es decir: “caño de los desechos” en vez de “papelera”.
[12] Se puede traducir como cierta “preocupación por los inferiores”.
[13] Esto es: “no rechazar, no seleccionar y no despreciar”.
[14] “Impactante”, “plagio”.
[15] Ibid., p. 74.
[16] Ibid., p. 74.
[17] Ibid., p. 75.
[18] Sowing, p. 186.
[19] Beginning Again, p. 23
[20] Ibid., p. 26.
[21] Ibid., p. 36.
[22] Id. est.: “cuesta abajo todo el camino”.
[23] Id. est.: “sacrificio...representación” como “algo robado al arte”.
[24] Art, Clive Bell. Londres 1914, p.44.
[25] Mr Bennett and Mrs Brown, Londres, 1924, p.18
[26] Art, p. 274-5.
[27] Ibid., pp. 273-4
[28] Ibid., p. 275.

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